domingo, 8 de noviembre de 2009

El grito de Somalia

Somalia, un Estado inexistente según los parámetros del Derecho internacional público, parece representar para Occidente uno más de los peligros del siglo XXI. Los casos de piratería en las costas somalíes, que en los últimos años han ocupado las portadas de los grandes medios de comunicación mundiales, son más que la acción de delincuentes que ponen en peligro los intereses de las grandes potencias en el índico, representan además el grito de socorro de millones de personas.

España está viviendo en primera fila las consecuencias de la piratería en las costas de Somalia. Primero fue el secuestro del fotógrafo español José Cendón el 26 de noviembre de 2008, liberado 39 días después, y luego el del pesquero Playa de Bakio, liberado el pasado 26 de abril tras seis días de cautiverio y previo pago de un rescate que ascendió a cerca de 770.000 euros. Ahora nos enfrentamos al secuestro del atunero vasco Alakrana, que se prolonga desde el 2 de octubre, y cuyo final aún no se vislumbra.


Piratas somalíes


La liberación del Alakrana está siendo más complicada que en casos anteriores. Puesto que en este caso los secuestrados unen a su habitual exigencia de pago de un rescate, que podría ascender a más de dos millones de euros, la de la liberación y traslado a Somalia de sus dos compañeros que se encuentran en España a la espera de ser juzgados por la Audiencia Nacional. Los dos piratas fueros trasladados a España por orden del juez Baltasar Garzón, tras ser detenidos por la fragata Canarias, desplegada en la zona, al día siguiente del secuestro del Alakrana, cuando abandonaban la embarcación.


En las concentraciones celebradas el sábado, en Bermeo (Vizcaya) y Vigo, en protesta por el secuestro de los 36 tripulantes del Alakrana (16 españoles), los familiares de los secuestrados pidieron que se acepte la extradición de los dos detenidos para que sean juzgados en Somalia. Además Cristina Blach, hija del patrón del Alakrana, pidió en representación de los convocantes a la Justicia que, en esta ocasión no sea “ciega”, “que nos mire, que vea nuestro sufrimiento y que sopese mantener en España a los dos piratas presos”, dijo.


Este parece ser el principal obstáculo para la liberación del atunero, puesto que el ordenamiento jurídico español no contempla ninguna fórmula legal que pueda avalar la posibilidad de liberar y trasladar a Somalia a los dos piratas encarcelados. Debido a que no cabe ninguna duda sobre la competencia de la Audiencia Nacional en este caso, al tratarse de juzgar un ataque contra nacionales españoles en el extranjero.


El verdadero problema


Pero, siendo conscientes de la gravedad del secuestro del Alakrana, y del hecho de que es necesario que se llegue cuanto antes a una solución que asegure la liberación de los 36 rehenes, debemos tener en cuenta que el problema de la piratería en Somalia es mucho más complicado de lo que a primera vista pueda parecer. No estamos ante delincuentes comunes que se dedican a secuestrar y robar para hacerse ricos, porque consideren que es la manera más fácil y rápida para ello. El problema que la piratería representa para España, EE.UU, UE, es en realidad el grito de socorro de cerca de nueve millones de personas.


Somalia es uno de los países más pobres del continente africano. Según datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) la esperanza de vida de sus habitantes es de alrededor de 48 años, el 36% de los niños menores de 5 años sufren desnutrición, y cuenta con medio millón de refugiados y cerca de un millón de desplazados por las guerras continúas. Por su parte, UNICEF constata que las probabilidades de que un niño somalí viva hasta la edad adulta es de las más bajas del mundo y de que la madre muera durante el embarazo o parto de las más altas. Además la mayor parte de la población somalí depende absolutamente de la ayuda humanitaria, cuya llegada se ha visto dificultada por la actual situación de inseguridad. A esto Médicos Sin Fronteras añade que “un 78% de la población carece de acceso a servicios de salud, menos del 30% tiene acceso a agua potable y sólo un 17% de la población sabe leer y escribir”.


Somalia no es un Estado, puesto que carece de un gobierno efectivo y estable que es uno de los requisitos para la existencia de Estados, además del territorio y la población, según el Derecho internacional público. Esta situación data de 1991, cuando el gobierno de Mohamed Siad Barre fue derrocado. Desde entonces Somalia ha estado fragmentada en múltiples tribus, clanes y sub-clanes, que han estado en enfrentamientos continuos. Todos los intentos por lograr la unidad han fracasado, y actualmente el territorio somalí se encuentra dividido en distintas zonas que reclaman su autonomía: Somalilandia, Puntlandia y Galmudug.


La inexistencia de Estado, y por tanto guardacostas, animó a los buques europeos a utilizar las costas de Somalia a modo de vertedero en el que arrojaban grandes barriles cuyo contenido quedó al descubierto con el tsunami que asoló la zona en 2005. En un artículo publicado, el 4 de enero de 2009, en The Independent, Johann Hari recoge declaraciones del enviado de Naciones Unidas a Somalia, en las que éste declara que, “alguien está vertiendo material nuclear aquí. También hay plomo, y materiales pesados, tales como cadmio y mercurio – o sea, de todo”. Estos vertidos provocaron enfermedades a la población de la costa somalí, tales como erupciones, náuseas o el nacimiento de niños con malformaciones, e incluso la muerte de cerca de 300 personas debido a la radioactividad.


A esto hay que unir los buques que se dirigieron a las costas somalíes para aprovecharse de sus recursos pesqueros, aprovechando la posibilidad que la desprotección de esas aguas les brindaba de pescar ilegalmente sin tener que pagar ninguna contraprestación. Lo cual ha producido una sobreexplotación de los caladeros somalíes por las flotas de los países desarrollados, mientras la población autóctona moría de hambre.


Estas son algunas de las características del contexto en el que ha surgido la piratería en Somalia, y por tanto para acabar con este fenómeno a largo plazo resulta imprescindible afrontar los problemas originales y no quedarse en la superficie, pagando los rescates o amenazando con la posibilidad de una intervención armada. Pero también es cierto, tal como mantuvo el Ministro de Asuntos Exteriores del gobierno provisional de Somalia, formado a principios de año con el apoyo estadounidense y que parece representar la única esperanza para la zona, en declaraciones recogidas por El País, la única solución es devolver el Estado de Derecho a Somalia. Para lo cual son necesarios servicios básicos, un sistema económico real e infraestructuras para mantener el orden, lo que “exigiría una inversión que nadie parece dispuesto a asumir. Se prefieren pagar los rescates y la escolta de mercantes y superpetroleros que invertir en la lucha contra la miseria, que es la madre de todos los males”.


Bebé somalí mamando de su madre





1 comentario:

  1. Buenas,

    Supongo que la realidad que escuece no le interesa a nadie y es mejor mirar para otro lado.

    En cierto sentido tu artículo (sobre todo la segunda parte) me recuerda al documental La Pesadilla de Darwin, en el que se ve claramente como los países occidentales se dedican a explotar los recursos naturales de África mientras la población de esos paises se muere del hambre.

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