Esta semana Filipinas se ha visto sacudida por una de las mayores masacres en de su historia. Desde el lunes pasado el ejército filipino ha recuperado los cuerpos de más de 60 personas, asesinadas en la provincia de Maguindanao. El motivo de estos asesinatos ha sido la lucha política descarnada, y sin ningún tipo de reglas, que gobierna el sur del país asiático desde hace décadas.
La lucha por el poder es algo habitual, la ambición por alcanzar las mayores cuotas de poder posibles es algo inherente a la naturaleza humana. Todos, en mayor o menor medida, queremos ser poderosos, ya sea en nuestra esfera de vida privada o pública. En lo que se refiere a esta segunda dimensión, el papel primordial corresponde al poder político, a la posibilidad de influir en el presente y el futuro de otros, de formar parte del destino de muchas otras personas, de que nuestros actos tengan una repercusión mucho mayor que la de los de la mayoría de la gente.
Una de las grandes bondades de las sociedades democráticas es que esta lucha por el poder es reconocida, aceptada, y protegida, pero se encuentra sujeta a la premisa básica de que “no todo vale”. Es legítimo aspirar a alcanzar el poder, pero para ello hay que respetar unas reglas de juego, que son las propias de la democracia.
Esta semana el mundo ha sido sacudido por acontecimientos que vulneran todos los principios sobre los que se ha constituido el sistema democrático para alcanzar el poder, en un Estado, Filipinas, que se presenta a sí mismo como democrático. En un Estado cuyos dirigentes son elegidos por un sistema de sufragio universal y directo, y que propugna entre sus valores el respeto de los Derechos Humanos, el más fundamental de los cuales, el derecho a la vida, ha sido gravemente violado y despreciado en aras de alcanzar y mantener el poder.
El pasado lunes, en la provincia de Maguindanao (Sur de Filipinas), se produjo el asesinato de 64 personas, la mayoría de las cuales habían sido decapitadas. Este número puede ser mucho mayor, puesto que la búsqueda de cadáveres y las investigaciones aún continúan. La cifra de 64 cadáveres es la confirmada el sábado por las autoridades filipinas, tras una semana en la que cada día iba dejaba al descubierto los cuerpos de más víctimas, que se sumaban a las trece mujeres y ocho hombres hallados el lunes.
Fosa común en la que se encontraron los cuerpos de varias de las víctimas
Los primeros cuerpos encontrados pertenecían a un grupo de personas, entre las que se encontraban periodistas y políticos, que se dirigías a una oficina de la Comisión Electoral de Maguindanao, para presentar la candidatura a gobernador de la provincia de Esmael Mangudadatu, actualmente vicealcalde de una de sus localidades, cuando fueron secuestrado por alrededor de 100 hombres armados. Hasta este momento, todos los indicios apuntan a que los autores de los hechos cumplían órdenes de Datu Andal Ampatuan, que fue miembro del Congreso de Filipinas y gobernador de la provincia de Maguindanao durante tres legislaturas.
El hijo de Ampatuan, principal acusado hasta el momento, es candidato, al igual que Mangudadatu, a gobernador provincial en las elecciones locales filipinas previstas para el próximo mes de mayo. Mangudadatu no viajaba con el grupo asesinado, aunque entre los mismos sí iban su mujer y dos hermanos, que también perdieron la vida. Ampatuan hijo fue detenido el jueves, manteniendo en todo momento que era inocente de los hechos que se le imputaban.
Detención del principal sospechos de la masacre, Datu Andal Ampatuan hijo
Entre las víctimas de la masacre se encuentran más de veinte periodistas. Reporteros Sin Fronteras ha calificado la masacre como “la mayor pérdida de periodistas en un solo día” de la historia. Por su parte el Sindicato de Periodistas de Filipinas condeno los hechos y pidió que se haga justicia.
La presidenta de Filipinas, Gloria Macapagal Arroyo, ha manifestado que se hará justicia, sin importar quienes sean los implicados. Es precisamente la identidad de los posibles implicados la que más desconfianza plantea sobre la imparcialidad de la actuación del gobierno filipino. Así lo ha expresado Human Rights Watch, debido a la estrecha relación que existe ente el gobierno de Arroyo y los Ampatuan. El patriarca del clan ha sido una pieza clave en la recogida de votos para la actual Presidenta filipina en 2004, lo que le permitió conseguir la mayoría de votos en Maguindanao. Además Arroyo se ha referido a Ampatuan en varias ocasiones como un “valioso aliado”.
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